VENENITO

miércoles, enero 04, 2012

9 de enero

No logro quitar imágenes de mi cabeza; al recordar a las personas que atesoraba cuando estaban vivas, en verdad me duele mucho  una persona que partió un 9 de enero, me duelen sus palabras, me duele su sonrisa, me duele su vida, me duele su hermandad. 

La última vez que mis ojos lo miraron con vida fue, en silla de ruedas haciendo todo lo posible por caminar, sufría de diabetes, sufría de melancolía, sufría de soledad, sufría con una familia que no lo supo comprender.

Nunca comprendí su diversidad de carácteres; convivió con todo tipo de personas, desde personas adineradas,  hasta con aquellas almas sin un hogar; viajó, bailó, jugó, perteneció a varios circulos sociales, y se atrevió a tatuar su verdad.

Él me enseñó la compasión, la soledad, el carácter, la melancolía, la caridad, el sacrificio; nunca me faltó el buen consejo,  pero sobre todo me enseñó a respetar a mi padre. Quizá en éso siempre fuimos tan iguales;  pertenecemos sin pertenecer,  marginados y acomodados en un jardín tan extraño a nuestro ser,  malditos rebeldes con causa, gritando, pataleando, renegando por tantito amor de nuestro padre, mendigando migajas del pan que nos tocaba, esperando un despertar. 

Un día antes de morir alguien me dijo que preguntó por mi. Recuerdo que ése día llegué muy tarde a la casa y pensé en pasar a verlo, pero imaginé que lo encontraría dormido. Al dia siguiente, no despertó, lo vi muy temprano pero ya sin vida, aún las cobijas de su cama guardaban su calor, siempre lo tendré presente, siempre lo tendré en mi corazón, como mi segundo padre.  En mi mente y mi corazón siempre Tio José Liborio.

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