Cuando era niña jugaba a ser un hada, ahora juego a ser mágica y amarme sin miramientos.
Ojalá y un día deje los miedos y aquellos recuerdos que me atormentan .
Me recosté el otro día pensando en que nunca fui la favorita de mi madre, jamás hubo fiestas de cumpleaños o festejos en mi honor . ¿Tenía algún sentido quererla agradar?
Ahora es que entiendo que nunca me vió y tampoco contempló mi magia, mis gustos o mis lágrimas escondidas.
¡Ella no tenía la culpa de no sentir algo por mi!
Quizá soy parte de alguna historia que ella quería olvidar y jamás contó; ahora es que entendí porque nunca la ví como mi madre.
Ella era mi mentora, guía, capataz. Claro que me lavaba, planchaba y su educación no le permitía la indiferencia de ser madre. Ella era como era y no la culpo. A nadie le enseñan a ser madre, tampoco del amor . Cada quién da lo que tiene en su corazón; ahora es que entiendo porque me es tan difícil demostrar amor.
Odio cocinar, porque a golpes aprendí a hacer un bistec. Odio con fervor los 10 de Mayo; ignoraba la razón y justifico su frialdad. Odiaba las plantas de su jardín y mi aversión a sus perfumes.
Hoy acepto mi oscuridad. Escojo ser hada, salir con mi varita a todos lados y no importa mi edad... Llegó el día en que cocinar es dar amor, oler rico siempre mi sello y que ser festejada, sin ser un día especial, solo me corresponde a mí.
Entonces escuché una voz decirme -¿Sabes que me encanta la sopita de verduras que haces para mí mamita?- ...
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