¡Cállate y camina! - le grité a Sebastián, mientras lo apuraba para llegar a casa. No traía mucho dinero (todavía no es quincena y mi monedero lo sabía) -nunca quise parecerme a las señoras malhumoradas que parece que no han cogido en más de un año-. Tengo que llegar a casa, terminar la comida, tender la ropa y preparar aquellos documentos que necesito para el Lunes. Me duele el estómago porque la maldita menstruación hace de las suyas, me duele un poco menos que mis malestares de siempre. -Mamá, quiero ir a casa de mi padrino- gritaba Sebastián como si nadie en la calle lo escuchará. ¡CALLATE y CAMINA! - respondí muy enojada-. Al llegar a casa pateo la puerta y gritó tan fuerte, que me quedé sorda. Yo no sé porqué, una piensa que tendrá los hijos más comprensibles, sensatos y educados del mundo (el camino para llegar a tenerlos así es muy dificil, se necesita constancia).
Por fin, al llegar a casa, abrí la puerta y al cerrarla... reaccioné... (nada que unas BUENAS NALGADAS NO SOLUCIONARÁN). No soy la mamá perfecta, tampoco ganaré un reconocimiento, ni mucho menos habrá paga. YO SOY UNA MUJER COMO TODAS Y DECIDÍ EDUCAR A MI HIJO PARA QUE SEA UN HOMBRE DE BIEN, SI ME LO AGRADECE O NO, SERÁ SU PINCHE PEDO, PERO EL CABRON, SE EDUCA O SE ACLICHINGA.
POSDATA 2: No basta con decir: soy madre porque te tuve. Soy madre, porque soy capaz de educarlo, cuidarlo, protegerlo y amarlo. Así lo decidÍ, para no andar de pendeja aprovechandome de mi madre y que lo haga por mi, excusandome porque trabajo para luego andar de ocicona presumiendo que es mi motivo, cuando ni a limpiarse el culto le enseño.
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