Y de aquellas caricias sólo tengo ilusiones; momentos en que el aliento más puro venía de tus entrañas y sabía perfectamente que la felicidad tenía tu faz.
Ya no tengo nada que ofrecerte, a nadie en realidad . Dios es testigo de que mi llama va en declive y no puedo más que nadar en aquel torrente de incertidumbre; nunca fuimos nada.
Al menos espero que te conforte saber que aquellos instantes quedarán (los buenos) perpetuos en mi memoria de lo que solíamos ser .
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